22 may 2010

Parte de mí



Yo no se cuales son los motivos por los que escribe la gente pero yo me he dado cuenta, que cuándo más agobiada estoy es cuándo más ganas tengo de evadirme y escribir y no es que la musa o el muso o el orfeón Donostiarra, estén de lo más creativos y sus efectos estén haciendo mella en mí, no, sólo que necesito desconectar y echar fuera mis tonterías, que se yo.


A veces, tengo necesidad de crearme un mundo paralelo de fantasías que se aleja mucho de la realidad porque por una indescriptible cobardía, me da miedo enfrentarme a las cosas.


En la vida, nos guste o no, no siempre nos gusta todo lo que tenemos incluso, lo que queremos, nos cuesta más de lo que esperábamos obtener y no es que yo personalmente ambicione grandes cosas, no es eso, yo creo que me sé adaptar bien a las circunstancias.


No me apego a lo material porque no tengo ningún objeto material de valor pero si me gusta disfrutar los recuerdos, que aunque sean cosas materiales que carezcan de valor en el mercado para mí, sin embargo, gozan de un valor incalculable… al fin y al cabo, forman parte de mí y de la historia, aunque corta, de mi vida.


A veces pienso que soy un bicho raro, una extraña especie en extinción, o que he ido a nacer en una época que se aleja mucho a como es el pensamiento de la gente de mi edad. Yo soy más convencional, más tradicional,….


Creo que no estoy acostumbrada a este mundo de pensamiento tan liberal, egoísta e independiente. Se lo que quiero para mí vida pero creo que no me centro mucho en obtenerlo, debería de esforzarme más y poner más de mí parte, debería de aprender a distinguir lo superfluo y que no me aporta nada e ignorarlo de inmediato, de lo que me interesa realmente.


A veces creo que mi ciudad se me ha quedado pequeña y quiero que la vida me lleve a un pequeño pueblo donde, aunque pequeño tenga grandes cosas que aportarme y me enriquezcan como persona.


Incluso me gustaría tener cerca el mar, e embriagarme de su penetrante olor a salitre. Me encanta el mar quizás porque nunca lo he tenido.


Lo cierto es que, siempre he tenido la extraña sensación de que mi ciudad no está hecha para mí, pero tampoco se donde los devaneos de esta loca e improvisada vida, me va a terminar a llevar, pero lo que tengo claro, es que no quiero estar muy lejos, porque, aunque no me gusta mucho, necesito de vez en cuando mi dosis de asfalto y aroma cosmopolita que sólo aquí puedo obtener.


A veces, me sorprendo observando a esta sociedad y lo que, aparentemente, tiene la gente de bien definidas sus ideas y lo fieles que son a ellas. Aunque, para mí, son marionetas u ovejas que siguen a su pastor fielmente y sin rechistar. Yo no, yo no soy de izquierdas ni de derechas, ni creo que tenga que asemejar mis pensamientos a unos partidos u otros, yo tengo mis pensamientos y que si quieren ellos, digan a quienes son más afines.


Nunca he entendido porqué las campañas electorales se centran en decir lo que ofrecen si se suponen que están para darnos lo que nosotros queremos, ¿no sería más lógico que primero escuchasen a los ciudadanos y luego fuesen sinceros, aunque ya se que la sinceridad en un político es como pedir peras al olmo, y luego decirnos que cosas pueden darnos y cuales no?


Por otro lado, nos tiramos toda la vida queriendo ser originales y sin embargo, nos vemos presos de las modas y si alguien se desvía de esas reglas, le tachamos de raro.


Recibo desde hace tiempo, la revista de voluntarios de mi ciudad. Antes, mientras me tomaba el café, le echaba un vistazo. He leído una frase que me ha gustado: “A veces, olvidamos que todos los seres humanos absolutamente todos podemos recibir pero también todos tenemos capacidad de dar, de ofrecer a la sociedad, de construir y transformar.”


En ocasiones, uno pierde la esperanza por este mundo, mira la televisión y lo único que escucha son casos similares de tragedias, violaciones, robos, crisis, terremotos, violencias…. y piensa que el mundo está corrompido sin solución pero luego, por esas casualidades, llega a sus manos una revista como esta, de casos reales y lee lo que gente anónima hacen por los demás de forma totalmente altruista y entonces, uno vuelve a tener esperanzas por este inhumano mundo.


Quizás es una pena que el gobierno de los países no esté en manos de gente anónima como esas, sería quizás el comienzo de un mundo un poquito aunque sólo sea un poquito, mejor.


En fín.....

Cuéntaselo a él




… Que fácil es pedir perdón

cuando el corazón está sangrando

mi dolor está brotando

y el daño, no vino a colación.

¿Resentida? No lo dudes.


Cuéntaselo a él.

Me mataste a bocajarro

apuñalaste mi alma en exceso

culminaste el acto en un frío beso

y me dejaste, sola,

yaciendo en el barro.

¿Te arrepientes?

Lo pongo en duda.


Cuéntaselo a él.

Te hablo, mírame,

ahora de frente dime

¿no ves a una mujer abatida?.

la tristeza me dificulta ver la salida

y ni por nuestra vida

que crece en mi viente.

¿Me amas? No es necesario.


Cuéntaselo a él.

La punta de tu daga traicionera

desgarró, uno a uno,

mis tejidos musculosos

ahora, reconstruyo mi sinagoga

con solera ensamblándola

en mis tiempos ociosos.

¿Qué quiero que hagas por mí?


Cuéntaselo a mi corazón

Pues no soy yo quién no te perdona

es él, que ha aprendido de la razón.

La luna




La luna me estaba hablando

en la noche dominada

y mi pasión se estaba hallando

oblicuamente cautivada.

Mi ilusión tenía duda

y menguaba por momentos

tu sombra perfilada en Buda n

o cambió un ápice mis lamentos.

Jurabas, en vano,

que me querías

me utilizabas a tu capricho

pues camelás con tus galanterías

y te manejas con un buen dicho.

-Vete lejos vete, bandolero,

no te quiero yo a mi vera,

que el amor que no es sincero

ni para otra yo lo quiera.

- Me quedaré yo con mi amor

mi pasión, mi dicha, dolor y pena

que anclado en tierra con valor

aquí esperaré, paciente, yo en la arena.

¿Existe Dios?




A veces dudo de la existencia de Dios y de que sea cierto que su generosidad sea infinita y me revelo, simulo un pataleo sin sentido y del que lo único que consigo es un desgaste de mis escasas fuerzas, ante hechos como el que hoy, ha sucedido.


Es que no entiendo, de verdad que no entiendo y por más que busco una respuesta mi coeficiente de inteligencia tiene que ser tan escaso que no logro buscarle explicación. Si Dios nos da la vida ¿por qué hay a quién se la quita tan pronto?


Rubén tenía sólo siete añitos de los cuales, tres de ellos se los ha pasado yendo y viniendo al hospital en una lucha constante porque el “bichito” que vivía en su “tripita” se fuese para siempre y le dejase de hacerle tanta “pupa”. Así era como él me lo explicaba a mí, cuándo con tan sólo cuatro años me contaba que hacía allí y desde la perspectiva de un niño que, en realidad, no entiende por qué no puede hacer lo que otros niños de su edad hacen y tiene que adaptarse a las circunstancias que, para él, se han convertido tan habituales.


-¡Hay que sacudirlo antes! _le reclamaba a una estudiante de enfermería en prácticas que le intentaba colocarle el termómetro debajo de su bracito ante la mirada de la joven que se sorprendía al descubrir, como un niño sabía más que ella misma.


- Tienes que comer, cariño _le repetía yo en cada ocasión que le visitaba.


- Es que la comida del hospital está malísima.


- Cuando salgas te voy a invitar a comer una pizza grandísima.


- Siempre me dices lo mismo. _Me decía con su rostro visiblemente entristecido_ Si me muero ¿me echarás de menos?


- Gusi, _ Con ese apelativo, le solía llamar yo cariñosamente porque cuando le conocí, no se despegaba de su muñeco y fiel amigo Gusiluz._ eso no va a suceder ¿de acuerdo? Eso no va a suceder por nada del mundo.


Rara vez se ponía triste y no sería porque no tuviese motivos de peso para ello, pero cuando lo hacía, a mí se me colmaba el pecho de una extraña sensación helada y mi voz se entorpecía a la salida de mi boca desquebrajando el alma en minúsculos pedazos.


En una de las últimas ocasiones, a la salida del turno de Juanjo, uno de los enfermos, y en el trayecto de camino a mi casa en el que se brindó gentilmente a llevarme, me dijo que no le ofreciese falsas esperanzas a Rubén porque los médicos, no contaban con ellas y así se lo habían manifestado a sus padres en la última reunión con ellos.


- ¡¿Qué quieres que haga, que le diga que cuenta con todas las papeletas de que se muera, eso quieres?! Parece mentira que estéis trabajando con enfermos y sin embargo, no demostráis tener corazón y contéis con la sensibilidad en el culo. Hacéis las cosas solo para hacer daño ¿por qué le decís eso a sus padres? Si lo que me estás queriendo decir es que no debo de venir más a verle pues déjalo porque voy a venir cada vez que pueda le guste o le deje de gusta a quién sea.


- Eres testadura y en eso radica tu belleza, no digas cosas que yo no he dicho y que solo están en tu cabeza. Yo encantado de que vengas y que a ser posible, coincida con mi turno pero no ha sido lo que te he dicho. Haces siempre lo que quieres y no atiendes a razones. Y no puedes colarte siempre por las escaleras de emergencia, el hospital tiene unas normas y unas horas de visita para todo el mundo. No puedes hacer lo que te de la gana.


- Conozco este hospital como la palma de mi mano y si yo no cumplo con las horas de visita, te puedo decir muchas normas que os saltáis a la torera los mismos empleados.


- No estás siendo razonable. Yo no puedo taparte como he hecho esta misma noche, ante el médico de guardia, porque estás fuera de las horas de visita. No te debería de haber permitido estar y sin embargo has estado el tiempo que te ha dado la gana.


- Mira Juanjo haz lo que veas conveniente y si tienes que llamar a los guardias de seguridad para que me echen a patadas, hazlo, pero yo voy a seguir colándome por las escaleras de emergencia. - Si no soy yo, será otro, pero nos veremos obligados a avisar.


- Pues hazlo ¿por qué no lo haces? ¡ya estás tardando! Haberlo hecho hoy que igual para mañana ya es tarde.


- Si la situación se sigue repitiendo, nos veremos obligados, entiéndelo.


- Si en vez de ser yo, fuese otra persona, no verías mal que hiciese lo mismo que hago yo ¿verdad?


- No, no es cierto y lo sabes.


- Si, si lo es.


- ¡No entiendes o no quieres entender! Yo soy empleado y tengo unas obligaciones, si hago la vista gorda contigo, otro día vendrá otra persona que hará lo mismo y tendré que volver hacer también, con ella, la vista gorda.


Mi carácter, a veces impulsivo otras fuerte y en otras ocasiones una mezcla de ambas, me estaba haciendo inevitablemente perder la razón y me di cuenta que mi cabezonería me estaba impidiendo ver la realidad y sensatez de sus palabras.


- Perdón. Creo que me he calentado y me estaba poniendo demasiado borde y lo estaba empezando a pagar contigo. Perdóname, se que tu no tienes la culpa, quizás es la situación que me supera. ¿me perdonas Juanjo?


- Cielo, no tengo nada que perdonarte, entiendo los momentos de angustia por los que estás pasando. Yo se el amor que le procesas a Rubén pero no quiero que sufras Pero a ti, si te pilla un vigilante colándote, lo máximo que puede pasarte es que te impida el paso pero si la directora de planta, descubre que te permitimos pasar fuera de horario, nos puede caer un buen rapapolvos y hasta nos podría abrir un expediente disciplinario.


Aparcó el coche a la puerta de la casa de mis padres pero le miré y le dije que ya no vivía allí, así que le indiqué mi residencia actual. Le guié por el camino y esperé a que terminase la canción de Melendi que estaba sonando.


El, me acarició el rostro en forma de consuelo mientras yo, pensaba inevitablemente en Rubén.


Finalizada la canción, abrí la puerta, le di dos besos y me despedí de él.


- ¿No me vas a invitar a subir y nos tomamos unas cervezas?


- No, que no tengo cervezas, yo no bebo y además es tarde. Mejor otro día si quieres te invito a un café.


Se rió con una risa de esas típicas picaronas que se sobre entiende un mensaje subliminal que, la verdad, desconocía el porqué, pero tampoco me interesaba en ese momento ponerme a descifrarlo.


Estoy convencida de que me faltan muchos datos, incógnitas paciencia y sabiduría para entender las amarguras de esta absurda vida.


¡Ay Dios mío, ay Dios mío! Clamaba la tía de Rubén para informarme del fatal desenlace. Recordé las “hermosas” palabras que, hace un tiempo, alguien me dedicó: Espero que Dios te de todo lo que le pidas pero que te lo de al revés.


He tenido que ser hasta el momento una persona peor de lo que yo creía porque estoy cansada de esa puta enfermedad que me persigue como si fuese mi sombra y se ha convertido en mi pesadilla, mi castigo y mi obsesión.

El castillo



Me perdí, entre los recónditos pasillos de aquella fortaleza que me hacían ser infalible e indestructible ante la furia humana desbordada, pero al tiempo, me obligaban a convertirme en princesa prisionera, baja la creada estopa de mi afianzada seguridad.


Jugaba, a patalear sobre las mazmorras, para escuchar las voces desesperadas de los prisioneros y me subía a lo más alto que mis autoridades me permitían, para gritar imaginando que mis voces bien pudieran ser escuchadas, más allá de las grandezas montañas que dibujaban la frontera.


Anhelaba el pueblo y sus risas, su olor tan peculiar, su color y su narcótico misterio que me animaban a permanecer allí.


Extrañaba correr por sus calles, sin ser perseguida por los miedos y observaba desde el castillo los restos que la guerra estaban ocasionando. ¡Amáis esta tierra que la sentís vuestra, lucháis por ella y sin embargo, os empeñáis en seguirla destruyendo incansablemente!


En la torre lateral, esperaba el momento de volver a ser libre porque la libertad estaba lejos de esa amurallada ciudad, monte abajo donde la pobreza era notoria, visible entre las vestiduras roídas de la gente e incluso palpable en las encalladas manos castigadas por la lucha infrahumana y las circunstancias vividas, pero la alegría rebosaba sin cesar por los lugareños de la comarca.


Vi que la verdadera riqueza se encontraba en la libertad y soñé con ser plebeya y construir mi castillo entre las miserias y los escombros de aquella torturada ciudad de la que, lo único que quedaba era, el recuerdo, el irresistible castillo y el nombre.

¿Que fue antes la gallina o el huevo?




¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? _ vino a preguntarme Raquelita, sorprendiéndome cuando me encontraba inmersa en la lectura del maravilloso e interesante mundo de los mercados financieros.

Evadí mi mente, de mi divertido quehacer, para centrar mis pensamientos en la pregunta que se me había formulado tan trascendental y de vital importancia para la humanidad.

_¡La gallina!_ afirmé completamente segura de ello y más bien apresurada por quitarme a la niña repelente y pijotera estudiante excelente del colegio privado de las Carmelitas calzadas, con zapatitos de charol, importados de París.

- ¡No! porque la gallina ha salido del huevo.

- ¡Ah! es cierto. Es el huevo. Por favor cierra la puerta al salir Raquel.

- ¡No!

- joder que pesadita eres.

- Has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota –repitió como una secuencia incesante que estaba empezando a taladrarme los oídos.

- Vale, vamos hacer un trato, si te explico el origen de la gallina y el huevo despacito y tu me prestas atención ¿luego me dejarás en paz?

- ¡Vale!_ contestó, tomando asiento de inmediato sobre mi cama, cruzando los brazos en plan autoritario y chulesco _ y me regalas el poster del Duque_

- ¡Los cojones te voy a dar! - ¡has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota!

- ¡Mejillones, he dicho mejillones, que te voy a dar mejillones para comer, que estás ya un poco “teniente” calla y escucha, que cuanto antes empecemos, antes terminaremos. Cuentan la leyenda, que allá por los años de Matusalén, vivía en su casa y a la hora del almuerzo en la de su vecino, un hombre muy grueso, lo que vulgarmente y en el argot de barrio, se le suele denominar, gordo, que un buen día en un momento quizás de pleno aburrimiento, se tiró un pedo tan estruendoso, que los lugareños se asustaron tanto, que lo identificaron como la señal del fin del mundo. - ¡¡ De donde ha venido eso !! Gritaban. - ¡De allí, de allí, decían señalando la procedencia de aquel sonido y olor algo putrefacto. Miraron, y del lugar solo vieron al gordo. Le preguntaron y él, sin caer en la tartamudez, dijo que estaba pensando en el tentempié tan light que se había tomado al mediodía: dos platitos de fabada, unas lentejitas, algo frías, pero que por no hacerlas el feo se las comió sin rechistar, tres chuletones con una bandejita de metro y medio de patatas, para acompañar más que nada, no porque hubiese ganas, y dos natillas, una de chocolate y la otra de vainilla, porque en la variedad está el gusto. Y se estaba preguntando, que algo le tenía que pasar porque últimamente no tenía casi ni apetito, precisamente, para comer, iba a pasar del primer plato y del postre y solo se iba a tomar una decena, que no docena, de huevitos de avestruz con dos pollos asados, una ración de patatas a la brava y otra de calamares a la romana.

De repente y sin previo aviso, fue cuando aquel impresionante ruido fusionado con el olor salió de sus pantalones. Una vez efectuadas las oportunas aclaraciones, le bajaron los pantalones, sin pedirle antes permiso, les pudo más la curiosidad y el miedo porque se acabase el mundo que la educación y vergüenza, y vieron que de la parte trasera redonda y con una raja vertical no podía haber procedido el ruido y el olor porque la ranura estaba bloqueada de una pasta marrón pegajosa y asquerosa así que, por pura deducción, tenía que ser de la parte delantera.

Analizaron con esmero y cuidado los dos “elementos” que mantenían entre sus manos: el huevo porque el gordo solo contaba con un testículo y la gallina y llegaron a la conclusión que jamás podrían saber de cual de las dos partes había procedido aquello por lo que la eterna pregunta sin respuesta de que es antes la gallina o el huevo, jamás la sabremos y seguirá y seguirá por los siglos de los siglos.

Y ahora vete, salmonete que tengo cosas que hacer Raquel.

Raquel, desvió su mirada hasta el infinito y más allá, al mejor estilo de Buzz Lightyear, como esperando ser abducida o iluminada por una luz divina que le diese la respuesta a la duda que le estaba invadiendo y después de unos eternos segundos y alzándose de la cama donde estaba sentada dijo:

- ¡Un momento! Según la página trescientos diecisiete de mi libro de conocimiento del medio, al órgano sexual masculino se llama pene y no gallina.

- ¡¡Pene, pene!! ¡¡¿Aquí no hay pene que valga, la única Pene es la que está liada con el Car Bardem. Vamos a ver Raquelita ¿a ti que te enseñan en el colegio? Por ejemplo, en clase de Lengua ¿aún no habéis dado los géneros, no sabes distinguir entre el género masculino y el femenino?

- ¡Si, si se!

- ¿seguro?

- ¡Segurísimo!

- Vale, veamos. El femenino de gallo ¿Cuál es?

- ¡Gallina!

- Y el femenino de pollo

- ¡Polla!

- ¡¡ Tienes razón Raquelita, tienes razón. Eso, eso es lo que tenía el gordo entre sus piernas junto con su inmenso huevo !! Por cierto, Raquelita, guapa.

-¿Qué?

- has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota.

¡¡Hala maja, que como te oigan las monjas de tu cole ya verás!! Tus padres te llevan a un cole de pago y de monjas para que seas una niña de bien y no una macarra como yo que fue a un colegio público donde solo íbamos los malos del barrio y al que llegamos a crear tan mala fama que con el tiempo le tuvieron que cambiar el nombre, y resulta que dices las mismas palabrotas que digo yo. ¡¡ que vergüenza, que vergüenza, así va el país, que juventud estamos creando, que futuro tan negro menos mal que contamos con el Zp al que echarle la culpa de todo y no hay mal que por bien no venga ¡!!

Como se entere tu padre que has dicho esa palabra tan fea, te va a lavar la boca con lejía y te va a meter en un colegio interna de por vida ¡!

- No le digas nada, por favor, por favor, por favor _me suplicaba la niña con los ojos medio llorosos_

- Vaaaaaaaaaaaale, no le voy a decir nada, si es que soy de blanda oye. Tengo un corazón que no me cabe en el pecho.

Y ahora a comer los mejillones con dos cojones.

- Has dicho… Sin dejarla terminar la frase, me apresuré a echarla una de mis miraditas desafiantes y la dije, señalándola con el dedo y sin pestañear:

- Que he dicho ¡¡¿Qué?!!

- Nada, nada.

Parece mentira que con el paso de los años, aún la amenaza de meter en un colegio interno, siga haciendo los mismos efectos sobre los críos. Las veces que me amenazaron a mí de pequeña, con lo del hombre del saco y con lo del colegio interna por portarme mal y eso que para haber ido a los coles que fui, al final he salido de lo más normal.