24 ago 2018

NO MATARÁS

** Este relato lo escribí en el 2014. No lo tenía en el blog por lo tanto lo copio y guardo ahora **


No matarás
… Veía el charco de sangre alrededor del cuerpo inerte de su padre. En su mano, aún sostenía el cuchillo con el que había terminado con su vida. Por unos segundos, pensó en llamar, primeramente, a la policía y entregarse, pero luego, esa idea efímera se le fue de la cabeza. La realidad era sólo una, aunque las opciones fuesen dos. El sufrimiento rugía por todos los rincones de su casa provocado por el duro carácter de su padre. Sólo había dos maneras de terminar con todo ello: o que su padre terminase con la vida de su madre en una de esas innumerables palizas a las que este le sometía, o que él terminase con la vida de su padre antes de que la anterior opción tuviese lugar.
Lo pensó. Fue una idea procesada y más que meritada, y aunque le hubiese gustado que todo aquello no hubiese sido así, y que su vida, y el carácter de su padre, hubiese sido uno muy distinto, no había otra posibilidad.
Esa tarde su padre llegó borracho, como otras tantas veces. El tintineo de su llavero, la torpeza de sus movimientos y la tardanza en acertar con la llave en la cerradura, le delataban. Ya era más que conocido. No había duda. Esa noche la escena de gritos, lloros y violencia se repetirían una vez más en el salón de su casa. Tan sólo de él dependía que eso no sucediese, así que, tal y como lo tenía pensado, se fue a la cocina y cogió el cuchillo más grande. Se lo colocó detrás de su espalda, escondido tras el pantalón y esperó a que su padre traspasase el umbral de la puerta.
-¡Marga, donde coño está la cena hostias. Que tengo hambre!
Su madre, salió todo lo deprisa que pudo de la cocina. Se quitó antes el delantal, se repeinó con las manos el moño que lucía sus canas de su envejeced acelerada, y sacó los cubiertos para poner la mesa. Su padre, mientras, ya estaba espatarrado en el sofá esperando la cena, mientras se fumaba un cigarro recién encendido y dejaba caer, torpemente, la ceniza sobre el parquet.
Marga, al instante, volvió a la cocina de nuevo a por el plato de sopa, una vez que se lo puso sobre la mesa, regresó rápidamente a su cocina. Evitaba estar el menor tiempo posible con él los días que venía a casa en esas condiciones. Sabía que cualquier comentario o gesto inoportuno serían la excusa perfecta para originar una discusión.
Mientras, Sergio, observaba agazapado la escena desde su habitación. De vez en cuando, se echaba la mano a la espalda para cerciorarse que el cuchillo seguía ahí, por si, llegado el momento, tendría que hacer uso de él.
Su padre, metió la cuchara en la sopa, se lo llevó a la boca y, acto seguido, lo escupió con furia, soltando el exabrupto de turno, preludio de una tormenta.
- ¡¡maldita puta, esta sopa sabe a veneno!! !- dijo dirigiéndose con la rapidez que su embriaguez le permitía hacía la cocina.
Las voces que habitaban en silencio en el interior del cuerpo de Sergio, despertaron de su letargo, gritando a pleno pulmón: ¡¡¡ mátale, mátale, mátale !!! Mientras, una fuerza sobre humana se apoderó de su cuerpo. Sus ojos desprendían odio, y su mano, agarraba con fuerza el mango del cuchillo.
Se dirigió a su padre y cuando estaba justo detrás de él, pronunció su nombre. Siempre pensó que era de una extrema cobardía y de no ser un hombre de los que se visten por los píes, atacar a un hombre por la espalda. Su padre se dio la vuelta y cuando tuvo los ojos frente a él, le provocó una serie de puñaladas hasta provocarle la caída al suelo totalmente desangrado.
Esperó unos segundos, tal vez fueron minutos antes de reaccionar. Entonces, cogió el teléfono inalámbrico, le quitó la tapa trasera y, después de haber limpiado el cuchillo con sumo cuidado, le ocultó ahí dentro. Llamó a su compañía de teléfonos para quejarse de la mala cobertura y de la velocidad. Avisó que, o le mejoraban el servicio, o se daba de baja. Le ofrecieron un terminal nuevo y le informaron que, podría entregar el viejo terminal en cualquier oficina de la compañía de teléfonos. Después de esto, llamó desde su móvil a la policía.
-No sé qué ha podido ocurrir. Cuando vine a casa me encontré la puerta abierta y a mi padre como usted lo está viendo ahora. Mi madre, como puede usted ver, no oye bien y dice que no escuchó ni siquiera a mi padre entrar.
-¿Vivía usted con sus padres?
-No, sólo algunos fines de semana y los días de permiso.
-¿Está usted trabajando fuera?
-Estoy estudiando fuera. Soy estudiante de teológia. Mire mi carnet de estudiante.
-¿Es usted… cura?
-Estudiante nada más. Al menos hasta que acabe la carrera.
-¿Y su padre… a qué se dedicaba su padre si se puede saber?
-Mi padre es, perdón, quise decir era, empleado de una compañía de teléfonos?
-Uffff malo, eso es muy malo. Como bien usted sabrá los empleados de teléfonos no suelen contar con la simpatía de la gente.
-Lo sé, pero me cuesta creer que a mi padre le matasen por ello.
-Pues yo no lo pondría en duda. Eso se lo aseguro.
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