23 may 2010

El viento





Conducía, a solas, por la carretera comarcal con curvas pronunciadas empinada y boca abajo, mientras mis anhelos iban boca arriba, bombardeándome a preguntas, mientras contemplaba a mi paso la vegetación, a ambos lados del camino, tan espectacular con el que cuenta mi ciudad que no deja de envidiar a ninguna otra, y me atormentaban las dudas por saber que me decía el viento que me golpeaba con extrema crueldad sobre mi cara, colándose por las ventanillas de mi coche.


Mientras, escuchaba una vieja canción de Andy&Lucas que me recordaba tanto a ti. Tu, maldito seas, tan vital para mí vida y tan lejos que estás de ella. Sin embargo, mis lágrimas, siempre me impiden ver con claridad que somos polos opuestos, que nuestros mundos, nada tienen que ver, y que tú, jamás quisiste saber de mí… y jamás querrás volver a saber. ¿Tan poco me valoro que me niego admitirlo?


Estoy plenamente segura que sólo el viento tiene la respuesta, aunque esa respuesta, es la que de sobra sé y aún así, me niego a aceptarla. Pero no entiendo el lenguaje indescifrable del viento, ni le veo el rostro, ni se de su color y me siento en desigualdad de condiciones.


No me mereces, me repito cada vez que un por qué se me escapa de mis labios. Nadie sabe, como quisiera que el viento se posicionase de mi parte y se llevase mis penas. Me has mentido, me has negado, no me has querido, me has ignorado y sin embargo, yo vuelvo a morirme en la esperanza absurda que me conduzca a tus brazos entre los que me muero dormirme algún día… y a pesar de todo, me ahoga tu invisible presencia.


Consciente de que la idiotez, se ha debido de apoderar de mi razonamiento haciéndome dueña de lo absurdo, porque pese a que se salta lo improbable, supera lo imposible y va más lejos de lo ridículo, no dejo de pensar en ti y anhelo tus manos sin haberlas tenido y siento tus besos sin haberlos probado y lloro mi insensatez.


Lo único que me consuela, es darme de hostias contra lo inexistente, expulsando mi bilis por mi boca y soltando exabruptos sin sentido.


Y después de descargar mis fuerzas torpemente, concentro mis energías en un punto fijo e intento seguir mi camino permitiendo al viento ser mi brújula mientras, sigo conduciendo y abandono mi ciudad natal.