22 may 2010

¿Que fue antes la gallina o el huevo?




¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? _ vino a preguntarme Raquelita, sorprendiéndome cuando me encontraba inmersa en la lectura del maravilloso e interesante mundo de los mercados financieros.

Evadí mi mente, de mi divertido quehacer, para centrar mis pensamientos en la pregunta que se me había formulado tan trascendental y de vital importancia para la humanidad.

_¡La gallina!_ afirmé completamente segura de ello y más bien apresurada por quitarme a la niña repelente y pijotera estudiante excelente del colegio privado de las Carmelitas calzadas, con zapatitos de charol, importados de París.

- ¡No! porque la gallina ha salido del huevo.

- ¡Ah! es cierto. Es el huevo. Por favor cierra la puerta al salir Raquel.

- ¡No!

- joder que pesadita eres.

- Has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota –repitió como una secuencia incesante que estaba empezando a taladrarme los oídos.

- Vale, vamos hacer un trato, si te explico el origen de la gallina y el huevo despacito y tu me prestas atención ¿luego me dejarás en paz?

- ¡Vale!_ contestó, tomando asiento de inmediato sobre mi cama, cruzando los brazos en plan autoritario y chulesco _ y me regalas el poster del Duque_

- ¡Los cojones te voy a dar! - ¡has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota!

- ¡Mejillones, he dicho mejillones, que te voy a dar mejillones para comer, que estás ya un poco “teniente” calla y escucha, que cuanto antes empecemos, antes terminaremos. Cuentan la leyenda, que allá por los años de Matusalén, vivía en su casa y a la hora del almuerzo en la de su vecino, un hombre muy grueso, lo que vulgarmente y en el argot de barrio, se le suele denominar, gordo, que un buen día en un momento quizás de pleno aburrimiento, se tiró un pedo tan estruendoso, que los lugareños se asustaron tanto, que lo identificaron como la señal del fin del mundo. - ¡¡ De donde ha venido eso !! Gritaban. - ¡De allí, de allí, decían señalando la procedencia de aquel sonido y olor algo putrefacto. Miraron, y del lugar solo vieron al gordo. Le preguntaron y él, sin caer en la tartamudez, dijo que estaba pensando en el tentempié tan light que se había tomado al mediodía: dos platitos de fabada, unas lentejitas, algo frías, pero que por no hacerlas el feo se las comió sin rechistar, tres chuletones con una bandejita de metro y medio de patatas, para acompañar más que nada, no porque hubiese ganas, y dos natillas, una de chocolate y la otra de vainilla, porque en la variedad está el gusto. Y se estaba preguntando, que algo le tenía que pasar porque últimamente no tenía casi ni apetito, precisamente, para comer, iba a pasar del primer plato y del postre y solo se iba a tomar una decena, que no docena, de huevitos de avestruz con dos pollos asados, una ración de patatas a la brava y otra de calamares a la romana.

De repente y sin previo aviso, fue cuando aquel impresionante ruido fusionado con el olor salió de sus pantalones. Una vez efectuadas las oportunas aclaraciones, le bajaron los pantalones, sin pedirle antes permiso, les pudo más la curiosidad y el miedo porque se acabase el mundo que la educación y vergüenza, y vieron que de la parte trasera redonda y con una raja vertical no podía haber procedido el ruido y el olor porque la ranura estaba bloqueada de una pasta marrón pegajosa y asquerosa así que, por pura deducción, tenía que ser de la parte delantera.

Analizaron con esmero y cuidado los dos “elementos” que mantenían entre sus manos: el huevo porque el gordo solo contaba con un testículo y la gallina y llegaron a la conclusión que jamás podrían saber de cual de las dos partes había procedido aquello por lo que la eterna pregunta sin respuesta de que es antes la gallina o el huevo, jamás la sabremos y seguirá y seguirá por los siglos de los siglos.

Y ahora vete, salmonete que tengo cosas que hacer Raquel.

Raquel, desvió su mirada hasta el infinito y más allá, al mejor estilo de Buzz Lightyear, como esperando ser abducida o iluminada por una luz divina que le diese la respuesta a la duda que le estaba invadiendo y después de unos eternos segundos y alzándose de la cama donde estaba sentada dijo:

- ¡Un momento! Según la página trescientos diecisiete de mi libro de conocimiento del medio, al órgano sexual masculino se llama pene y no gallina.

- ¡¡Pene, pene!! ¡¡¿Aquí no hay pene que valga, la única Pene es la que está liada con el Car Bardem. Vamos a ver Raquelita ¿a ti que te enseñan en el colegio? Por ejemplo, en clase de Lengua ¿aún no habéis dado los géneros, no sabes distinguir entre el género masculino y el femenino?

- ¡Si, si se!

- ¿seguro?

- ¡Segurísimo!

- Vale, veamos. El femenino de gallo ¿Cuál es?

- ¡Gallina!

- Y el femenino de pollo

- ¡Polla!

- ¡¡ Tienes razón Raquelita, tienes razón. Eso, eso es lo que tenía el gordo entre sus piernas junto con su inmenso huevo !! Por cierto, Raquelita, guapa.

-¿Qué?

- has dicho una palabrota, has dicho una palabrota, has dicho una palabrota.

¡¡Hala maja, que como te oigan las monjas de tu cole ya verás!! Tus padres te llevan a un cole de pago y de monjas para que seas una niña de bien y no una macarra como yo que fue a un colegio público donde solo íbamos los malos del barrio y al que llegamos a crear tan mala fama que con el tiempo le tuvieron que cambiar el nombre, y resulta que dices las mismas palabrotas que digo yo. ¡¡ que vergüenza, que vergüenza, así va el país, que juventud estamos creando, que futuro tan negro menos mal que contamos con el Zp al que echarle la culpa de todo y no hay mal que por bien no venga ¡!!

Como se entere tu padre que has dicho esa palabra tan fea, te va a lavar la boca con lejía y te va a meter en un colegio interna de por vida ¡!

- No le digas nada, por favor, por favor, por favor _me suplicaba la niña con los ojos medio llorosos_

- Vaaaaaaaaaaaale, no le voy a decir nada, si es que soy de blanda oye. Tengo un corazón que no me cabe en el pecho.

Y ahora a comer los mejillones con dos cojones.

- Has dicho… Sin dejarla terminar la frase, me apresuré a echarla una de mis miraditas desafiantes y la dije, señalándola con el dedo y sin pestañear:

- Que he dicho ¡¡¿Qué?!!

- Nada, nada.

Parece mentira que con el paso de los años, aún la amenaza de meter en un colegio interno, siga haciendo los mismos efectos sobre los críos. Las veces que me amenazaron a mí de pequeña, con lo del hombre del saco y con lo del colegio interna por portarme mal y eso que para haber ido a los coles que fui, al final he salido de lo más normal.

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