26 abr 2009

Con destino al más allá

De Madrid al cielo:

25 – Abril - 2009

Te quería escribir una carta, pero no me salían las palabras, tan sólo alguna que otra lágrima se me escapaba al pensar en ello, por eso, me he puesto hacer otras cosas y de repente me he acordado de la justicia, recuerdo que en alguna de nuestras conversaciones surgió ese tema y los dos, coincidíamos en lo mismo: no existe una única justicia para todo los ciudadanos, no existe, hay una justicia para ricos y otra para pobres, es triste pero es así, no debería de ser así, pero así es. El dinero es lo que inclina la balanza de la justicia y no la justicia en sí. Pero ¿sabes lo que creo? Que tiene que haber una justicia divina, alguien allí arriba con más poder que cualquier mortal con la mayor autoridad posible, tiene que juzgar nuestros actos, porque aquí en la tierra, eso no sucede, todo es muy relativo aunque a simple vista puede parecer ser de lo más sencillo porque verdad solo hay una, lo cierto es que versiones e intereses creados hay muchos.

Y tú, que ahora ves las cosas desde otra perspectiva y tienes argumentos de peso y no sólo suposiciones como yo, ¿me podrías decir si es verdad? ¿existe la verdadera justicia? ¿es verdad eso que de pequeños tantas veces nos contaron que los buenos van al cielo y los malos al infierno?. ¿Y el castigo divino, existe el castigo divino? Recuerdo que, cuando en una ocasión el funicular de Artxanda se rompió y mucha gente decía que era un castigo divino, tu decías que eso no eran más que opiniones producto de la ignorancia de las personas y que lo que había sucedido era tan simple como un problema eléctrico que hizo que el vagón desencarrilara produciendo, desgraciadamente, el fallecimiento de muchas personas, una injusticia incomprensible porque no es justo que tantas personas falleciesen, pero al fin y al cabo, y para concluir ¿quién ha dicho que la vida sea justa?

Tampoco fue justo que tu te fueses de mi lado sin haberte dicho que te quería y que te quiero, que son cosas que las damos por sabidas pero, en el fondo, es bueno recordárselo de vez en cuando a los seres que queremos porque, nunca sabemos cuando la vida nos los van a arrebatar de nuestro lado y quizás, se vayan sin saber que les queríamos.

Además, decir “Te quiero” no cuesta nada y es bonito para quién lo dice y agradable para el receptor recibir esas dos palabras que engloban mucho más que un universo.

Te quiero.