6 sept 2018

La loteria

**Este relato lo escribí en su día. El día 6 de sept. 2017. Lo recupero para tenerlo en mi blog**


Joseba, miró el reloj de su muñeca derecha, mientras que con la otra mano, sostenía la taza de café apoyado en la barra del bar, donde desayunaba cada día justo antes de ir a trabajar, desde hacía, ya, la friolera cifra de treinta y ocho años, que eran los que llevaba en esa maldita fábrica, trabajando por un mísero sueldo con el que, a duras penas, él y los cuatro miembros de su familia restantes, llegaban a fin de mes. No había mes que, Miren, no tuviese que ir donde su madre para pedirle prestado o, sino, ir a la tiendecita de al lado de su casa, y comprar fiado. 
En ese momento entro Eneko, como cada martes, vendiendo su cuponcito. 
-¡Epa, Joseba! Qué pasa, pues! Anda, alegra esa cara, chaval, que cualquiera diría que en vez de ir a trabajar vas al funeral de tu suegra ¡!- vociferó Eneko seguido de una estruendosa carcajada.
-Calla Eneko, calla. Que no está hoy el horno para bollos. ¿Sabes la última de mi Nagore? Pues que le ha dado por llamar a todos los programas esos que dan premios y qué se yo, y este mes, la factura del teléfono nos ha salido por lo que solemos pagar cada seis meses, ¿qué te parece con la niñita esta? ¡Cómo llegamos desahogados a fin de mes, pues toma esto! 
-¡ Son cosas de la edad, hombre. No se lo tomes en cuenta que de otras peores habrás salido ¡
-¿Cosas de la edad? Pues ya le he dicho, que de momento se queda sin paga. ¡qué no puede ser, Eneko, qué no puede ser! ¡Que mi Miren ya no sabe que inventos hacer y de donde ahorrar todos los meses para llegar a fin de mes. Que con mi sueldo, el de la Miren y las chapuzas que me salen de vez en cuando, no hay manera! ¡Qué esto no es vida! El día menos pensado cometo una locura. Atraco un banco o que se yo, Eneko. Que no hay derecho. Toda la vida trabajando como un perro para que luego, enciendas la televisión y te enteres que esos sinvergüenzas se los lleven a manos llenas y nos roben lo que a otros tanto nos cuesta ganar. No pagues tu hacienda, anda, que ya verás que pronto te mandan al calabozo. 
-Anda Joseba. No te hagas mala sangre, que a los pobres, no nos queda otra que la que nos ha tocado. Resignación amigo, resignación. Resignación…. Y que la ilusión al menos nunca nos falte. Anda, compra un numerito que tengo la intuición que este jueves, la suerte va a estar de tu lado.

- No puedo, Eneko. Por primera vez, esta semana no voy a ser fiel a la compra de la lotería. Demasiado que puedo permitirme el cafecito de las mañanas.- y dicho esto, pegó el último sorbo de su café, y despidiéndose de los allí presentes, se marchó derecho a cumplir con su rutina laboral. 
Dos días después…
-¡¡ Papá, papaaaaa !!- hizo su entrada en casa, como elefante en una cacharrería, Unai.
-¡¡ No grites animal, que el aita está echando una cabezadita antes de volverse a ir al curro ¡!- le recriminó su hermana Nagore.
Ante el escándalo que había provocado Unai, Joseba abrió los ojos y se levantó del sofá donde estaba tumbado.
-Qué te pasa, a ver… que nueva nos traes. Si me vas a venir otra vez con que el hermano de uno de tu cuadrilla vende su moto a un buen precio, olvídalo. Ya te dije que no tendrás moto hasta que no cumplas dieciocho años y puedas pagártelo tú.
-Que no, que no es eso. He pasado por el bar de Txomi y están de celebraciones. Me ha dicho que bajes inmediatamente, pero no me ha querido decir nada más. Entonces he preguntado por ahí y, por lo visto, os ha tocado la lotería. Ha salido el gordo en el número que jugáis con el Eneko. 
-¿Cómo?- Preguntó un tanto aturdido provocado por el adormecimiento en el que se encontraba aún y la noticia que le acababan de dar. –Cómo es eso, explícate. 
- Joe, aita, que eso, que os ha debido de tocar la lotería. Por eso me ha dicho Txomi que subiese rápidamente a casa y que te dijese que bajases al bar echando hostias. 
-¡Niño habla bien. Que una buena hostia es lo que te voy a dar a ti cada vez que sueltes una de esas por tu boca!

- Bueno, viejo, no te sulfures, que quién dice hostia, dice, trozo de pan de harina de trigo con forma de círculo que ofrece el cura en la eucaristía… si lo prefieres así… jajajajajaja. ¡Qué nos ha cambiado la suerte, viejo, que nos ha cambiado la suerte!!!
En ese momento, Joseba, se sintió el hombre más desafortunado e infeliz del mundo. Cómo podía ser posible que, después de llevar treinta y ocho años jugando todas y cada una de las semanas, y no haberles tocado más que en un par de ocasiones contadas, el reintegro, esta semana, la primera que él no pudo jugar, tocase el gordo, y encima, ni más ni menos, que el premio gordo. No podía haber sido el reintegro como otras veces, no, tenía que ser el gordo. No era posible tener tanta mala suerte en este mundo, se decía así mismo. Y lo peor no era eso solamente, sino que se iba a convertir en el hazmerreír de todo el barrio y, probablemente, en la vergüenza de su propia familia.
Unai se apresuró a coger la chamarra de su padre cuando el teléfono empezó a sonar.
-Aita- dijo Nagore con el auricular en la mano. –es Eneko, que cuando hostias quieres bajar, que te están esperando-

-Niña, -Apostilló Unai dirigiéndose a su hermana- esa boca, que se dice trozo de pan de harina de trigo…
-Deja de hacer el payaso- le soltó Joseba a su hijo, mientras que con una mano le arrebataba la cazadora y, con la otra, le pegaba un sopapo en la cabeza justo antes de abrir la puerta de la calle, dispuesto a marcharse al bar, sin saber muy bien por qué, pues no tenía nada que celebrar, ni cuerpo para ello.
Cuando llegó a la puerta del bar, se quedó parado. Cabizbajo. Esperando los gestos de compasión o las burlas de los allí presentes. Sin embargo, fue Eneko, quién al verle, le animó eufórico a que terminase de atravesar el umbral de la puerta y que se acercase a la barra.
-¿Pero quieres borrar de una vez esa cara de acelga que tienes, hostias? Parece que en vez de haberte tocado la lotería te fueses a currar.
-¿La lotería?-contestó incrédulo Joseba. –No, Eneko. A mí no me ha tocado nada. Perdón si no puedo mostrar alegría por todos vosotros pero… 
-Pero, pero, pero…. ¿pero qué? Déjate de lamentaciones anda, y págame los veinte euros que me debes- le dijo entregándole un sobre que Joseba cogió entre sus manos sin entender muy bien todo lo que estaba sucediendo.
Joseba, terminó de abrir el sobre y sacó un cupón premiado de lotería.
-Pues eso, Joseba. Que me pagues los veinte euros que me debes, hostias- dijo Txomi regalándole un guiño, acompañado de una sonrisa. – Que la intuición de Eneko no ha fallado, y la suerte esta semana ha estado de tu lado. Bueno, de nuestro lado.