21 abr 2011

Los secretos del cine.

Los secretos del cine.

¡¡Silencio, cámara, aaaación!!
Recordaba la cantidad de veces que podía haber llegado a escuchar estas tres palabras durante todo el tiempo de rodaje mientras que esperaba a que una impresionante limusina de un blanco marfil le viniese a recoger. Mientras terminaba de acicalarse en su habitación ante la atenta mirada de sus familiares y los neriosismos propios del momento como consecuencia de una emoción inocente y cándida nacida en su interior.
Se miraba al espejo y se veía más bonita y radiante que nunca. Su vestido palabra de honor, de un color rosa chicle cubierto de pedrerías y largo hasta sus tobillos, terminado de encaje, daban muestra de ser un impecable trabajo meticuloso. Se sentía engullida en ese radiante vestido la mujer más feliz del mundo. Estaba convencida que no recibiría ningún premio aquella noche, aunque estaba nominada como mejor actriz revelación pero pese a eso, era su noche, a
De espaldas al espejo de su cómoda y sosteniendo otro pero pequeño de bolsillo, hacía el juego necesario para poder contemplar y ver el resultado de casi tres horas de trabajo en la peluquería. Un recogido de tirabuzones orientados hacía el medio, algunos discretos mechones sueltos sobre su hombro y como adorno, media docena de pequeñas horquillas plateadas y brillantes ponían el broche de oro a su peinado.
El sónido de un claxón, terminó por acelerar su nerviosismo. Se asómó a la ventana y vió a las puertas de su casa, una fragante limusina de color blanco marfil. Se despidió de sus familiares, dándoles un beso apresurado y sujetándose el vestido para evitar tropezar con el y caerse y bajó corriendo para montarse en la limusina. No podía perder tiempo ni debía permitir que arrancase sin ella. Dentro estaban el resto de sus compañeros de reparto. La emoción entre todos ellos era notoria pero sin embargo, en ella, era especialmente espectacular.
Cuándo llegaron al anfiteatro, la hermosa y impoluta alfombra roja de la entrada, hizo que sus ojos se llenasen de asombro reflejando su estado entre los asistentes. Jamás se hubiese imaginado en esa situación aunque siempre lo había soñado. Era una princesa en un cuento de hadas envuelta en un mundo mágico de colores e intensas dosis de ilusión.
Se sentó en la butaca asignada y se sintió pequeñita pero inmensamente feliz.
Sin contar con ello, se vió premiada con cuatro estatuillas de oro y el aplauso y la admiración de todos los asistentes por su trabajo, profesionalidad, humildad, entrega, dedicación, cariño y compañerismo para con todos.
No tenía preparado ningún discurso y sin embargo, de modo totalmente improvisado y espontáneo, realizó el mejor recordado hasta entonces.
¿Su nombre? Ya saben, Firulina se hace llamar.
Echaron las cortinas, apagaron las luces y sin embargo la función, como todo el mundo supondrá, siempre tiene que continuar.


(Dedicado a una compañera y amiga)

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